Seguro que has oído hablar más de una vez de las meigas. Esas mujeres, que incluso llegan a pactar con el mismísimo diablo y que poseen poderes mágicos; personas muy temidas por muchos, por sus conjuros, e infinitamente queridas por otros, por sus poderes como curanderas y adivinadoras… Los conjuros de las meigas, sus atronadoras carcajadas, sus escobas voladoras y sus bolas de cristal, son solo algunas características y elementos que caracterizan a estas brujas, principalmente gallegas. Pero… hay algo más. Hay algo que realmente las define y las hace ser tan odiadas y tan deseadas al mismo tiempo, tan reclamadas por aquellos que se impacientan por conocer su futuro y por los que todavía no consiguen resolver su presente…
A veces, me siento un poco meiga y no solo por ser gallega. Creo que la conexión con estas mujeres radica en un elemento que, por nuestra condición, las mujeres tenemos más desarrollado que los hombres (pero puede ser en cualquier caso potenciado, no te lamentes si eres varón) y que muchas veces, no todas, nos permite adivinar el futuro sin tener una bola de cristal a mano como auténticas meigas gallegas. Me refiero a la intuición. A esa intuición que muchas veces apellidamos “femenina”, y apellidamos bien. Las meigas se han dedicado toda su vida a desarrollar su intuición, a establecer conexiones que habitualmente no se establecen, a relacionar informaciones que no todos manejamos, a curiosear en todo lo que les llega, a potenciar la sensibilidad y las sensaciones… y de este modo, consiguen hacer un master de expertas, que no mágicas, en la predicción del futuro y del presente. Trabajan su plano emocional y consiguen a través de sus sentidos obtener datos que nuestra razón no tiene en cuenta, pero que son muy valiosos y que permiten establecer conclusiones y actuar en consecuencia de manera acertada.
Si dedicamos tiempo a procesar la información de manera diferente a la que habitualmente hacemos, incluimos elementos aparentemente disociados y damos una vuelta de tuerca a nuestras conexiones de datos en la máquina del cerebro, quizás podríamos “adivinar” con más precisión qué nos espera mañana. Quizás podríamos ser un poco más cazadores de tendencias y anticiparnos a nuestros competidores. Tal vez pudiésemos desarrollar estrategias empresariales más innovadoras y posicionarnos de manera ventajosa. Puede que aconsejásemos con más sabiduría a los que nos piden consejo. Y sobre todo, estaríamos desarrollando nuestra creatividad y nuestra sensibilidad para poder apreciar cosas que no todos pueden ver…
¿Y si todos intentásemos ser un poco meigas?
este post ha sido publicado en el blog de EADA